Queridísimo Billy:
Era una noche en el 1994. Orbitando entre los ruidos y la gritería te encontré en un teléfono público en medio de un campamento creado con el fallido intento de imitar a “Woodstock”, el “Kamea Meha”. Se me perdieron las llaves de mi carro- un Volvo del 1983 al que destruí su ignición para poder prender- y tú, pues estabas en el teléfono tratando de resolver otros percances. Como siempre cada vez que nos veíamos, nos saludamos cálidamente. Compartimos nuestras frustraciones. Y dentro de nuestros distintos corajes, encontramos una paz que sólo un espíritu como el tuyo puede emanar. No obstante, tu mansedumbre la descubrí cuando te conocí en 1991.
Quince años después, ya residiendo en Nueva York, estoy sentada en medio de Times Square entablando una conversación amena con algunos compañeros Latinos del arte y entretenimiento, luego de un matinée de “In The Heights“. Discutíamos casualmente sobre quienes nos abrieron las puertas para una carrera en el arte o en los medios. Todos mencionamos nuestros maestros de música y teatro, nuestros padres, nuestros artistas favoritos. Sin embargo, hicimos distinción entre quienes nos inspiraron, y quienes nos dieron la mano. Me pregunta mi buen amigo y ese gran actor puertorriqueño Tony Chiroldes: “¿Quién fue para tí?” Sin dudar un nanosegundo le dije: Billy Fourquet.
Fuiste la primera prueba de fé en mí, dentro de los medios. Me asignaste a quien hoy considero un hermano escogido, Abdiel González, mejor conocido como “The Loverboy”. Cabe señalar que su “Oh My God”, se convirtió en mi “OHMAIGAH“, estilo Bronx. Hasta en eso tuviste un impacto. No dudaste, en 1998, en traerme a ese programa radial que terminamos co-produciendo por un ratito todos los lunes en la noche: “Megachat”. Tanto tú como Abdiel desarrollaron una paciencia angelical para soportar mis estupideces. Incluímos un grupito ameno de locutores; gente graciosa e inteligente. Y cuando comenzó “El Despelote”, conocí el gran talento de Roque José, mejor conocido como “Rocky the Kid”, y de Antonio Rodríguez, mejor conocido como “Tony Banana”. No nos olvidemos del gran “Megamix”, con ese hermano escogido que tengo el honor de conocer por casi 28 años, DJ Iván Robles. Me expusiste a un mundo nuevo que tuve que manejar a cantazo limpio, con otros profesionales como Raymond Torres y Joel Santiago “El Intruder”. Fueron esos cantazos, esos consejos, esas ideas, esa manifestación benigna de empoderamiento que me inspiraron a seguir adelante. Yo sé con toda mi fé y todo mi corazón, que no soy la única. Aunque hablo por mi propia experiencia, te aseguro que tu voz levantó el orgullo de nuestra idiosincrasia puertorriqueña. Te convertiste en la voz de la razón. Me atrevo a decir que cada vez que aterrizaba en Puerto Rico, luego de residir fuera por dieciocho años, escuchar tu voz se convirtió en la bienvenida a nuestra casa.
Por eso siempre te llamé, te llamo, y te llamaré mi mentor. Me diste unos audífonos y prendiste el micrófono para exponer mis ideas, y a su vez, escuchar las ideas de los demás; ese mismo micrófono que tienen políticos, activistas por la justicia social; opresores y oprimidos. Me permitiste usar mi voz y libertad de expresión; la misma que uso hoy, no tan sólo con un micrófono, pero con un teclado; puño y letras. Me mostraste que con una voz genuina, venga de donde venga, te puedes convertir en la voz de los sentimientos de un colectivo mayor. Tu carácter y personalidad mostraron el balance perfecto de la trinidad necesaria para prosperar en ésta industria y en la vida: humor, inteligencia y humildad.
Si todos nosotros los dichosos de habernos topado contigo de alguna forma u otra somos una arboleda, tu fuiste la semilla. Si no fuese por tí, tal vez fuese escritora, locutora y activista del arte como lo soy hoy, pero el camino hubiese sido totalmente distinto. Tal vez. O tal vez fuese maestra de música. Pero la realidad es que estoy aquí, y en gran parte, gracias a tí. Nuevamente reitero, sé que no soy la única que confirma el impacto que tuviste en su vida. Me atrevo a declarar que la historia de la radio en Puerto Rico podría ser categorizada como “antes y después de Billy Fourquet”.
Gracias por fomentar el talento Boricua. Gracias por ser figura paternal para muchos; el gran amigo de todos. Gracias por ser el profesional que todos admiramos con gran amor. Gracias por ser ejemplo social de gran envergadura. Gracias por ser el ancla de Puerto Rico. Gracias por ser la voz de nuestros sentimientos. Gracias por todo y por tanto.
Vuela alto que aquí te seguiremos escuchando y celebrando el mes de la radio. Descansa en poder y en paz.
Con amor y respeto eterno,
Marlena Fitzpatrick